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Federico Hernández Meyer: «Me convertí en el farmacéutico más joven de Alemania con 22 años»

En Huétor Vega todos le conocen: a diario pasea por la avenida de Andalucía con su silla de ruedas. Es Federico Hernández Meyer. 77 años y, con permiso del piloto Álvaro Molina, posiblemente el hueteño que más vueltas ha dado al mundo. Trabajó durante cuatro décadas como directivo y técnico superior internacional en los laboratorios Merck, en Alemania. Su trayectoria profesional le permitió conocer medio centenar de países. «Pero me falta un continente», recalca. Hace poco que ha abandonado la política activa (milita en Izquierda Unida y fue concejal en el pueblo), pero sigue batallando por la accesibilidad. Y le ha picado el gusanillo de aprender árabe y hacer teatro.

E.T.

Miércoles, 20 de abril 2016, 07:21

?Su historial produce vértigo.

?Estudié Farmacia. Fui reconocido entre los tres mejores estudiantes de la carrera en España. Incluso me llegaron a llamar del Pardo. Trabajé como profesor ayudante y en la farmacia del Clínico, pero sin cobrar un céntimo. Mi madre era viuda y no tenía para ir al cine o para tomarme una cerveza. Decidí marcharme. A Alemania, que era donde iba todo el mundo. Llegué con 22 años y empecé a trabajar como auxiliar de farmacia porque allí no tenía título. Presenté la documentación y me lo reconocieron en cuatro semanas. Me convertí en el farmacéutico más joven de Alemania.

?¿Alemania fue su segundo amor?

?No. Es el primero. Es un amor que se mantiene. Es un estado modelo. Allí aprendí lo que es la democracia, la libertad y la solidaridad. Me marcó.

?Alemania fue el destino de muchísimos hueteños.

?Me impliqué con asociaciones, el consejo parroquial o la ayuda a refugiados, que está muy de moda ahora. Recibíamos a españoles que recalaban con la maleta y no sabían a dónde ir. Les ubicábamos para dormir porque llegaban en condiciones fatales.

?¿Sigue hablando el idioma?

?Eso no se pierde nunca.

?¿Se mantuvo vinculado a Huétor Vega?

?Nunca dejé de venir en vacaciones. Hacía vida de pueblo. Aprovechaba para trabajar en Radio Contadero y en la antigua Radio Huétor Vega.

?Siempre hiperactivo.

?Me gusta leer, estudiar y estar con mis amigos. Ahora estudio árabe. La cultura árabe lleva ocho siglos en España. Tres siglos más que la castellana. La tenemos presente en Huétor Vega. Es una cultura fantástica.

?Le habrán dicho que tiene don de lenguas.

?No, no. Yo lo que tengo es don de codos. Se trata de ponerse en serio y estudiar. Dicen que el alemán también es complicado, pero en realidad lo son todos los idiomas. En Alemania impartí clases de español. Un yugoslavo me comentaba que lo bonito de su idioma es que se escribe como se lee y se lee como se escribe. Eso es una mentira muy grande. Los idiomas son todos más o menos fáciles o difíciles.

?Su segundo apellido también descoloca. ?Mi padre era ginecólogo. El antiguo maestro de la ginecología española, Alejandro Otero, lo mandó a Alemania para hacer el posgrado. Allí conoció a mi madre y se la trajo. Aunque ella fue más española: vino con 18 años. Por ironías de la vida, murió allí durante un viaje para visitarnos. Nos hizo prometer que la enterráramos en Granada.

?¿Le gusta en lo que se ha transformado Huétor Vega?

?Podía haber evolucionado de otra forma. Nos hemos convertido en una ciudad dormitorio. Eso significa que viene mucha gente a dormir. Y no es que los hueteños sean ariscos, porque son muy abiertos, pero esa nueva población no siempre se incorpora al pueblo. Huétor Vega era una unidad en la que todo el mundo se conocía. Urbanísticamente ha crecido sin criterio. Hay urbanizaciones en las que no se puede comprar el periódico. Me duele lo que se ha hecho con la vega, que la llevamos en el nombre del pueblo. Y el vino. ¿Dónde está el vino? La uva tiene que venir de fuera.

?¿Cómo valora la accesibilidad en un municipio entre la sierra y la vega?

?Queda muchísimo por hacer. Hay que tener voluntad de cambio. A mí me pueden usar como conejillo de Indias.

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