Juan Molina: «Coloqué las redes de agua potable en Huétor Vega... y estoy orgulloso»
Cerámicas de Fajalauza, una Patagonia de macetas y el soniquete de una fuente que preside el patio. Juan Molina, conocido en Huétor Vega como ?Juanito El del Agua?, vive en una casa bellísima que construyó con su mujer hace cuarenta años en la calle Campo. Una casita cargada de detalles y de memoria. Una vivienda de pueblo, de las de antes.
E.TÉBAR
Miércoles, 20 de abril 2016, 07:30
Hace un lustro que Juan enviudó. Quedan los recuerdos. Esta noche (22 horas), ?Juanito? ejerce de pregonero de las fiestas patronales de San Roque. No ... le gustan los focos ni los minutos de gloria. Recién cumplidos 84 años, hay quien le recuerda a ?Juanito? que fue él quien empezó a regular el suministro de agua en el municipio cuando apenas había llegado el agua potable a Huétor tras la posguerra. Casa por casa. Vecino a vecino. Toda una vida.
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?¿Cómo son los días aquí?
?Edifiqué esta casa hace cuatro décadas. La calle se llama Campo porque todo esto era campo entonces. Estábamos fundidos con la vega de Granada.
?¿La fabricó con sus manos? ?La hicimos como pudimos, como se hacían antiguamente las casas. Con mi señora, que en paz descanse. No me acostumbro a ver la casa sin ella. Con la ilusión tan grande que teníamos los dos cuando la construímos. Entubé el suelo de la calle para que los camiones pudieran subir.
?Usted ha presenciado la transformación de Huétor Vega.
?He visto todo el proceso de cambio y modernización. Yo soy hueteño por parte de madre y de padre. Me considero un nativo del pueblo. La gran paradoja es que ahora los nativos nos hemos convertido en los forasteros de Huétor Vega.
?¿Cómo empezó a trabajar? ?Entré en el Ayuntamiento en 1962 para cubrir la función de mantenimiento del agua y del alumbrado público. La plantilla municipal por entonces la formábamos solo cinco personas: un secretario, dos oficiales, un policía y yo. El pueblo era mucho más pequeño, hay que reconocerlo. Pero yo me encargaba de todo lo relacionado con el agua. Y era una carga de trabajo tremenda.
?Usted lo sabe todo sobre el agua, vaya.
?Hasta 1960, Huétor Vega carecía de agua potable. Ese año había un muchacho en mantenimiento que se fue a Barcelona. Yo entré en 1962 y me quedé ahí hasta que me jubilé, hace veinte años.
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?¿Es cierto que los niños se lavaban en aljibes?
?Sí. Mis padres vivían en el barrio alto, donde nací. Funcionábamos con aljibes. Nos lavábamos en la Acequia del Albaricoque. Hoy uno no se podría ni lavar las manos con esa agua.
?¿Qué recuerda del pueblo de la posguerra?
?El tranvía era barato, pero no teníamos un duro ni para eso. No manejábamos dinero. Los años cuarenta fueron terribles. Mucha escasez. Mejor no acordarse de aquello. Todos los niños de la época éramos delgaditos. Ninguno tenía sobrepeso. Los problemas han cambiado. La realidad ha cambiado.
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?Llegó el agua potable a Huétor. Y usted solo al mando de todo.
?El pueblo fue creciendo. Cada vez más. Empezamos con cuatro litros y medio de agua, y acabamos con siete depósitos, tres pozos y el agua que venía Monachil. Yo estaba solo, al frente de todo. En los últimos tiempos me suponía una carga impresionante. Al final estaba desbordado.
?El municipio ha multiplicado su población. ¿Le gusta?
?Me deja un poco frío, la verdad. Me gustaba más como era Huétor vega antes. Todos nos conocíamos: éramos una familia. Hoy, uno sale a la calle y no conoce a nadie. No se saluda nadie. Solos nos reconocemos los antiguos. Es gracioso: a veces me saludan por la calle y no distingo al vecino que me habla. Y resulta que es el hijo de algún vecino de toda la vida. Todos se acuerdan de mí porque visité todas las casas del pueblo para leer el contador y cobrar el agua. Mi trabajo me garantizaba un contacto permanente con las personas.
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?Hizo usted muchos amigos.
?Había muchos casos de gente que no podía pagar. El contacto fue siempre muy familiar y humano. Tanto por su parte como por la mía. Todos éramos amigos. Ahí residía el encanto del pueblo.
?¿Ya existían las triquiñuelas?
?Se produjeron pocos intentos. Ahora ocurre mucho más. Aquella generación valoraba mucho el agua potable en casa porque sabían lo que era vivir sin ella.
?Usted, como quien dice, dotó de agua a Huétor Vega. ¿Orgulloso?
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?Yo coloqué todas las redes y contadores de agua en Huétor Vega. Sí, me siento orgulloso de ello. No me pesan todas las horas no cobradas que invertí. La satisfacción personal la superan con creces.
?¿Qué añora?
?Los jóvenes de mi tiempo esperábamos las fiestas de San Roque con más alegría porque era todo un mundo. La juventud de hoy está más en WhastApp. Disponen de música y ocio al alcance por todas partes. Para nosotros, las fiestas eran un acontecimiento. Echo de menos esa esencia. Además, Huétor Vega se ha convertido en una ciudad dormitorio. La gente se levanta y se acuesta sin conocer de verdad el pueblo.
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?¿Y qué le hace feliz? ?Mis hijos, mis nietas y mis bisnietos. Esa es mi única ilusión desde que se fue mi mujer.
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