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E.T.
Miércoles, 20 de abril 2016, 07:20
Durante el paseo, impacta el trabajo minucioso de las obras. Marcos de estilo rococó, de pájaros imperiales, de esencia veneciana o a lo Luis XV. Espejos, un bargueño renacentista, una consola, un cartujo barroco? Arte primoroso. Se nota que Antonio Velázquez Arquelladas comenzó a trabajar la madera con solo nueve años. La materia alberga pocos secretos para él. «Cuando empecé en esto, siendo un niño, había cinco o seis tallistas en Huétor Vega», rememora. Ya en la adolescencia, cogió las herramientas y aprendió la técnica en un taller de la calle Cazorla de Granada.
Los tallistas son los artesanos especializados en la ornamentación de muebles de madera de encargo. Dentro de este oficio se han dado distintos niveles profesionales, siendo los de más cualificación los que se ocupaban de los conocidos como «de lujo». Estos trabajadores son los continuadores de los antepasados que utilizaron la madera para satisfacer sus necesidades, realizando sobre la misma diversos adornos de acuerdo con la cultura y los usos dominantes en cada época.
MaestrosLa transmisión de los conocimientos que requiere este oficio, de notable contenido artístico, ha sido la habitual entre los artesanos, es decir, la observación de los maestros y la práctica durante largos periodos de tiempo. La participación de los tallistas más cualificados era necesaria en la fabricación de los muebles.
«La clave de todo es saber dibujar: eso es lo más importante en un buen tallista», reconoce Antonio Velázquez Arquelladas. El maestro hueteño está jubilado, pero no abandona las herramientas. «Ahora trabajo por hobby, aunque no puedo escribir ni dibujar por el temblor. En estos momentos me siento más reconocido. Antes no sabían muy bien en el pueblo a lo que me dedicaba», comenta Antonio Velázquez Arquelladas mientras acaricia la madera.
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