Borrar
Mosto de Huétor, un vino único en el mundo

Mosto de Huétor, un vino único en el mundo

?Rafael, ponme unos litros de mosto?. Es una de las frases más repetidas en el pueblo desde hace tres décadas. El suministrador de vino hueteño es Rafael Arquelladas, que ha mamado el proceso desde que tiene uso de razón. Desde su hogar, en el número once de la calle Umbría, despacha unas cien arrobas cada año: más de cien litros de producto local para paladares exquisitos. ?Es un tesoro único en el mundo?, asevera. ?El mosto lo disfruta quien entiende de vinos. Guardo por aquí vinos de treinta años que son el no va más?, añade con regocijo.

E.T.

Miércoles, 20 de abril 2016, 07:41

La historia de Rafael es similar a la de otros hueteños, como José Arquelladas, Antonio Fernández ?El Colorín? o Nicolás Hermoso, artífice de Bodegas Los Neveros. ?La uva autóctona es de una riqueza extraordinaria?, continúa Rafael. ?Es una uva repleta de matices. Hay más de diez variedades de uva, por lo que sale un vino en el que explotan múltiples sabores?. Aseguran los entendidos que el clima ayuda. Este año, abundante en lluvias y con un verano poco caluroso, se prevé un mosto de gran calidad de cara a las fiestas navideñas. ?Es una lotería. Esto depende de lo húmeda que haya sido la temporada. Sale mejor si la cepa tiene humedad y fuerza?, explica Rafael.

Junto al barranco de Monachil, en la finca de ?El Latas?, Antonio Fernández ?El Colorín? trabaja mañana y tarde con Francisco Fernández para lograr un mosto exquisito, que distribuyen de manera igualmente artesanal con la etiqueta de Pecho Vélez. ?Hacemos vino para los amigos. Es nuestra filosofía. Ni siquiera llegamos a embotellarlo. Con lo que ganamos cubrimos gastos?, matizan. Los Fernández acuden a la Feria del Vino, donde exhiben su elenco de sabores: tempranillo, jerezana, cabernet? ?El clima es la clave del mosto. Gozamos de un entorno privilegiado?.

A pesar de que hace siglos representaba un motor económico en la zona, los productores de mosto hueteño huyen de la profesionalización. ?Nos lo tomamos como un ?hobbie?, somos felices así?, reconocen los productores de Pecho Vélez. ?El problema es que el vino tinto goza de más tirón comercial?, razona Rafael. ?Cada vez se plantan más tintos. Y eso me disgusta porque, poco a poco, corremos el peligro de perder nuestra esencia. La realidad es que se están trayendo parras de otros sitios y el auténtico vino de Huétor se está viendo relegado a una minoría para quienes valoran su calidad y su purismo?.

¿Y cómo sabe el mosto? Se trata de un vino de poca acidez, aunque con elevado nivel alcohólico (16º). Por sus características se incluye en la categoría de los claretes, si bien en los últimos años, para su comercialización, ha entrado en el grupo de los rosados. Las Jornadas de Mosto de Huétor Vega muestran los caldos producidos en el pueblo. La Bodega Los Neveros participa de la denominación Granada suroeste, sector comprendido entre Alhama de Granada y Motril.

Así, pues, el vino hueteño tiene en su modestia una de las claves de su longevidad. Una tradición inculcada de padres a hijos. Con mimo. Sin pretensiones. En el siglo XV, durante la etapa nazarí, el pueblo ya contaba con olivares, en parte por la presencia del molino de aceite de los moriscos. La del mosto es una empresa con solera.

Elaboración

Si el visitante llega hasta Huétor Vega por la carretera de Monachil, se queda extrañado al no ver viñas. Pero si realiza el trayecto por el Camino Real de Los Neveros, en la parte más alta, contemplará bellos paisajes trufados de cultivos de uva. Los antepasados hueteños bautizaron estas producciones: La Jondoná, Pecho Vélez, Piedra de los Cuartillos, El Contaero, Las Terrenas, Los Canales, Los Garrotes, Lomilla Blanca, San Miguel, Los Charcones, La Nava....

La uva pisada no es vino, como muchos creen, sino mosto. El vino nace unas horas más tarde, cuando el mosto entra en fase de fermentación. Tras varios días, surge el prodigio. El mosto alcanza unos quince grados en el primer año. Su color es un rojo brillante. Sube en grados cada año y pierde color. Pero con el tiempo gana en sabor y grados de un buen coñac. En esta comarca se espera con ansiedad el vino a finales de año. La demanda es tal que las pequeñas bodegas particulares agotan sus existencias.

Su elaboración, desde la vendimia, es bastante simple, aunque se cuida mucho la limpieza profunda tanto del lagar en su conjunto como de los toneles y cubas. La uva, bien madura (no deben cortarse los gurumos verdosos), pasan a la pisa o a las moledoras. Después pasan a las prensas. En este momento, el caldo es exageradamente dulce. Comienza entonces el proceso de fermentación. El azúcar y el agua se convierten (en su proporción adecuada) en alcohol. En los años de sequía, este proceso varía en parte y los vinos son abocados.

El clima, la temperatura ambiente y la situación geográfica de las bodegas hueteñas (más de un centenar) propician el mejor fruto de esta tierra. ¿Lo triste? Aunque se han tecnificado las faenas, las nuevas urbanizaciones le han comido terreno a los viñedos. En el último lustro se han repoblado muchas viñas. De una producción de 104.000 litros se bajó a 72.000. La superficie, sobre 2.000 marjales.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

ideal Mosto de Huétor, un vino único en el mundo