Montserrat Pérez-Rejón Velázquez, en Huétor Vega.

«Los nativos de Huétor Vega nos relacionamos como una gran familia»

Montserrat Pérez-Rejón Velázquez, pregonera de San Roque 2016

e. tébar

Viernes, 5 de agosto 2016, 10:14

Cuenta que el alcalde de Huétor Vega, Mariano Molina, le convocó en su despacho en el Ayuntamiento. «¿Qué haces con la música en casa? Tienes ... atemorizados a los vecinos». Una bromilla para luego sugerirle ser la pregonera de San Roque 2016. Montserrat Pérez-Rejón Velázquez, Montse para los hueteños que a diario se la cruzan en el barrio de Mundo Nuevo, es maestra desde hace 32 años. Tras muchos vaivenes por Andalucía y la provincia de Granada, en la actualidad ejerce como directora del colegio Al-Zawiya de La Zubia. Aceptó: «Lo hago con honor por mis padres». Esta noche llega su momento. A las 22 horas, en el Carmen de San Rafael.

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Su padre, Francisco Pérez-Rejón Martínez, fue pregonero en el año 2000.

Amaba Huétor Vega por encima de todo. Escribió tres libros sobre el pueblo. El primero, Huétor Vega y sus vecinos, abordaba los motes que había hasta entonces en el municipio. Tuvo mucho éxito: se editó dos veces. Le llamaron de todos los medios de comunicación. Para él fue muy gratificante. Después hizo otros dos volúmenes, sobre fotografías y costumbres. No dudé la propuesta de ser pregonera porque sé que a mi padre le hubiera hecho muy feliz.

Usted creció en aquel Huétor de los motes: es hija de Enriqueta La Rata y de Paquito El Yambas.

Toda mi familia, tanto por parte de madre como de padre, son de Huétor Vega. Tengo un sentimiento muy profundo con el municipio. Quizá no llevo una vida demasiado activa de pueblo, pero sí participo en todos los eventos. Aunque mis padres fallecieron hace diez años, soy hija única y eso me obligó a centrarme mucho en ellos. También soy de la idea de que hay que abrir paso a la gente joven.

Me imagino que se sabe ya de memoria el pregón que va a dar esta noche.

No quiero desvelar de lo que trata. Podemos avanzar que será un pregón con mucho sentimiento a través de los sentidos.

Le advierto que los últimos pregones han sido de lágrima fácil.

Uh, y más mencionando a mi padre. Pero sé que lo tendré conmigo. Lo bueno es que habrá un foco que me impedirá mirar a mi gente. Quiero ser emotiva. Yo soy muy sentimental, cercana y abierta. Sobre todo, pretendo transmitir el amor a Huétor y la esencia de Huétor. En mi trabajo tengo que hacer frente a problemas muy gordos, pero he aprendido a dejarlos en el trabajo. El pregón no me impide dormir porque es una responsabilidad bonita. Hay algo de miedo escénico, pero soy muy positiva. Lo de hablar va conmigo.

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¿Cree que el municipio ha perdido el aroma de antaño?

Sí, mucho. Estamos aquí, charlando delante de la iglesia, y me llaman mucho la atención los entierros. Cuando se produce el entierro de alguien del pueblo, esto se abarrota de gente. Si no, hay tres o cuatro personas. Los que somos de Huétor, aunque no seamos familia, nos hemos convertido en familia. Huétor Vega se ha expandido mucho, pero con vecinos que no son naturales de aquí. También es cierto que intentamos acogerlos lo mejor que podemos. Tenemos que ser un pueblo excelente. Debemos buscar la excelencia.

«Mi opción es seguir siendo cateta»

¿Cómo vislumbra esa evolución excelente de Huétor?

Entre el pueblo y la ciudad dormitorio, mi opción es seguir siendo cateta. Sí, me considero una hueteña de pueblo. El pueblo tiene una idiosincrasia; implica una forma de ser, de vivir, de conocer los problemas. Y eso es lo que estamos perdiendo. Eso de salir por la mañana y dirigirte al vecino. «¡Hasta luego!». «¿Cómo estás?». Me gusta conocer a todo el mundo. A mí lo que me mata es subirme a un ascensor y no saludar a nadie. Ni un «buenas» ni un «adiós». Hombre, tampoco voy a preguntar por su vida. Pero qué menos que un «buenos días». Eso es lo que no quiero que pierda mi pueblo.

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Ahora la gente anda mirando el móvil.

Mira, tú te tomas un tomate de Huétor y sabe a tomate, no a plástico. Es posible que vivamos en un mundo cada vez más plastificado. Pienso en aquellas navidades, cuando éramos niños. Las madres hacían mantecados. O esas tardes de lluvia en invierno, cuando las madres hacían rosetas y nos las comíamos. Era otro sentir. También reconozco y asumo que el mundo evoluciona. ¿Quién no tiene hoy una red social? El teléfono sirve hoy para cualquier cosa menos para hablar. En la educación, que es mi profesión, está ocurriendo igualmente. Para qué le voy a decir a los niños que se aprendan los ríos o los reyes godos. Lo ponen en Google y lo tienen. Lo importante es saber qué trajo ese periodo histórico y que arrastró del pasado.

Por cierto, su abuelo le puso el nombre al barrio de Mundo Nuevo.

Mi abuelo se tuvo que ir a Argentina. Gracias a eso construyó la casa en la que hoy vive una de mis hijas. Cuando volvió, dijo: «Esto lo vamos a hacer como aquel nuevo mundo». A partir de esa frase, se quedó lo de Mundo Nuevo. Mi madre vivía en el Cortijo de Las Ratas. Mi padre era El de la Granja porque tenía una granja avícola en la calle Granja.

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¿Y cómo es su verano en Huétor Vega?

Adoro pasear con mis nietos. Y soy muy de San Roque. Si me plantearan un viaje en las fiestas, tendría un disgusto muy grande con mi marido. Me gusta acudir a la paella del Parque de Los Pinos, a los autos locos y ya no te digo la procesión de San Roque. Tengo 58 años y no he faltado desde que tengo uso de razón. O sea, más o menos desde los diez. Incluso con mis hijas recién nacidas.

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