La gesta de cruzar el Estrecho a nado

La meteorología les ayudó. Casi todos los envalentonados que desafían estas aguas nadan entre 17 y 22 kilómetros. Ellos lo lograron con 17. «¿Qué nos decían en casa? No es la primera locura de este tipo que nos ocurre», revela Antonio Luis. En septiembre se tomaron muy en serio una rutina de dos horas diarias de entrenamientos. Así durante seis días a la semana. Casi siempre en la piscina de La Zubia. «Nos conocemos desde pequeños y nos apetecía el reto», confiesan. La empresa en la que trabaja Antonio Luis, Herogra Fertilizantes, les patrocinó la aventura por su centenario.

Estos vecinos del cinturón metropolitano de Granada pueden crear tendencia. Lo que hace unos años era solo el lance de unos pocos, hoy en día se ha convertido en uno de las hazañas más internacionales del mundo: el cruce a nado de las aguas del Estrecho de Gibraltar. En la década de los noventa, tan solo se producían entre dos y siete cruces al año. Pero a partir de 2006 la cifra ya subió a 42 cruces anuales, alcanzando los 106 como récord en 2010. Una cifra superada en 2013 por los 108 cruces registrados oficiales, según los datos proporcionados por la Asociación de Cruce a Nado del Estrecho de Gibraltar (Acneg).

Antecedentes perversos

Desde la isla de Tarifa hasta Tánger hay documentados unos 500 cruces. Al menos son los datos a los que se enfrentaron Víctor y Antonio Luis. Con un referente obvio: David Meca. «Nos vienen a la mente gestas inimaginables que solo ha hecho él». Y el antecedente perverso de aquel capitán británico del siglo XIX que tardó 24 horas en surcar el Canal de la Mancha. Su avituallamiento consistió en beber sopa y champán. «Episodios así son los que nos motivan».

Hasta horas antes no les dan luz verde. La noche previa durmieron en Tarifa. Víctor apenas concilió el sueño. «Al llegar me emocioné. Se me saltaron las lágrimas. Me acordé de la gente que ya no está y que me hubiese gustado que estuviera». «Y qué leches, ¡que ya estamos aquí!», pensó Antonio Luis. Durante la vuelta brindaron con quintos de cerveza granadina.

¿La clave de la misión cumplida? «Iván Díez, nuestro entrenador, de Anta La Zubia, hizo con nosotros una preparación magistral». El barco de apoyo les suministraba bebidas isotónicas, geles, barritas y carbohidratos. «Llegué a pensar que se me iba a hacer largo. Cuando llevaba dos horas y media. Pero había que aguantar porque ya estábamos ahí. Lo he pasado peor en otras pruebas», explica Víctor.

El agua, a 18 grados

Ambos cruzaron el Estrecho con el agua a 18 grados. Una bicoca para dos colegas que pasaron la Navidad haciendo unos largos en las playas de La Herradura y Velilla. Un matiz: usaron trajes de neopreno. ¿Anécdotas? Aseguran que escucharon sonidos de delfines. Y la impresión que causan los portacontenedores de petróleo al lado. «A los marroquíes no les entusiasma esta idea. Creo que lo ven como una frivolidad», señala Víctor, que se inició en triatlón hace cuatro años. «Esto son palabras mayores».

Durante la travesía no se ven peces ni catedrales de coral. Solo el reflejo del sol y un fondo negro. «Sí, llegué a pensar que dónde me he metido», responde Antonio Luis. Luego brindaron como héroes. Héroes por un día.