«El vino y la música sirven para proyectar el nombre de Huétor»
Tente Márquez | Bodeguero y profesor de la Escuela de Flamenco de Huétor Vega
Eduardo Tébar
Sábado, 4 de junio 2016, 23:57
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La música y el vino marcan la vida de Tente Márquez, hueteño, aunque nacido en Monachil en 1976. Es sábado y este profesor de guitarra, que imparte clases en la Escuela de Flamenco del municipio, supervisa las barricas que alberga su centenaria casona familiar, a un paso de los tradicionales restaurantes y merenderos de la vega granadina. Tente toca en la banda Ambulancia Irlandesa y acaba cosechar reconocimiento con Ramal del Lugar, el mejor rosado de Huétor según los entendidos de las recientes Jornadas del vino, jamón y chacinas. Diplomado en Educación Musical por la UGR, lo suyo, tanto en la uva como con los acordes, es pura artesanía.
A usted le aplauden por sus tintos, sus rosados... ¿Cuál es su especialidad?
Esa pregunta tiene miga. Hay gente que prefiere el vino joven y otras personas con querencia por vinos con más madera. A mí particularmente me satisface el vino joven, pero con un toquecito de madera. Ninguno es mejor o peor. Esto va por gustos. También depende del momento, de lo que vayas a comer. Según el rato, te apetece uno u otro. Un vino de madera puede cansar un poco después de la segunda copa. Aquí, el vino que se ha hecho toda la vida es el rosado, al que llamamos mosto.
Usted, como buen hueteño, también hace vinos por costumbre en la familia.
Sí, como pasa en muchas familias de Huétor Vega. Es lo que siempre se ha llamado vino pal gasto. Vino para pasar el año. Tenían sus parras y producían sus vinillos. Entre cien y trescientos litros, con los que se abastecían durante doce meses. A mí, particularmente, el vino me ha atraído desde siempre. Pero a mí me gustan también otro tipo de vinos. De chico me fijaba en mi abuelo y en mi padre. Yo me he planteado retos como hacer un buen tinto en Huétor Vega. Era cuestión de probar y de trabajar la uva. Hice cursos. Me formé. Al principio no me dejaban meter mucho la mano. Luego vieron que las cosas podían salir bien y me dieron luz verde.
¿Le preocupa la evolución de la vega granadina?
Está claro que hay que cuidar la vega, pero tampoco a cualquier coste. Todo tiene una evolución natural. No se pueden pretender cosas que son imposibles. Estamos en una zona súper cerca de Granada. Al final, la expansión va a llegar. Es verdad que hay espacios que se pueden salvar. Por otro lado, la vega ha estado abandonada mucho tiempo porque había mucho trabajo. Hoy en día no se ve nada abandonado. Mucha gente ha vuelto al campo. Todo se va equilibrando poco a poco. En cualquier caso, las viñas de Huétor están casi todas en sitios de secano. Por ahí se ha construido lo más grande. Queda poca viña. Pero algo queda todavía.
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¿Le gusta en lo que se ha convertido Huétor Vega?
Es algo inevitable. Podemos fantasear con un modelo de evolución más cercano al pueblo clásico, pero la realidad es otra. Hay que adaptarse. Y sobre todo, sabiendo esa realidad, hacer las cosas de la mejor manera posible. Además, eso brinda otras oportunidades. Viene mucha más gente. Cuestiones como el vino o la música se proyectan sobre una mayor cantidad de público.
¿Le falta marketing al vino de Huétor Vega?
Eso es evidente. Sigue siendo un secreto guardado. Y no porque los productores locales quieran esconderlo, sino porque nunca se han ocupado de potenciarlo. Los bodegueros lo han hecho, pero no se han preocupado de venderlo.
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Calidad
Sin embargo, el suelo y el clima aquí son ideales.
Hoy por hoy, hay vino en muchísimos sitios. Lo bueno de Huétor Vega es que cuenta con unas tierras excelentes y un clima excepcional para el vino. Lo importante del vino es la uva. No hay un buen vino sin una buena uva. Aquí la uva se da por varios factores: clima, suelo, prácticas culturales ancestrales El cultivo de la viña se remonta en Huétor casi a la época de los romanos. Luego, como todo, pasa por fases. Su radio de popularidad siempre ha estado en las inmediaciones de Granada. A los jóvenes de hoy les atraen los vinos más afrutados, suaves y aromáticos. El vino de Huétor es sabroso cuando sale, pero para el verano se endurece. Esas cosas hay que evitarlas.
¿Quién compra vino hueteño?
En casa hacíamos vino para consumo propio, como casi todos los productores de mosto de Huétor Vega. Con el tiempo pusimos un poco más de viña. Yo aposté por introducir la Shiraz con el objeto de hacer tintos. Conseguimos algo de producción y vender a pequeña escala. Nuestra producción es pequeña: unos 3.000 litros al año entre todos, tanto tintos como rosados. La gente lo prueba, les gusta y piden más. Así ha sido el crecimiento. Entre vecinos y restaurantes de la Mancomunidad y de Granada.
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¿Y hay maridaje entre la tradición musical y la vinícola en el pueblo?
A veces me sorprenden los paralelismos que existen entre el vino y la música. Es más, yo es que tiendo el vino con la misma actitud que afronto la música. La cuestión es poner el alma en lo que haces. Eso se termina notando en el resultado final. La música es un medio de expresión. La haces y cada uno la percibe de manera diferente. Con el vino pasa igual. A unos les encantará y otros te dirán que le falta algo.
¿Qué necesita Huétor?
Las jornadas del vino son un gran escaparate. Los jóvenes comprueban que el vino añejo está muy bueno.
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