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El arte de hacer que un pueblo se parta de risa
Huétor Vega estrena con gran éxito su primer concurso de monólogos en el Carmen de San Rafael
EDUARDO TÉBAR
Huétor Vega
Miércoles, 19 de junio 2019, 16:13
Marino, Juana Mari, Antonio, Antoñita, Juan, Eli, José Miguel y Mireia, nombres que pasan por anónimos, tienen algo en común. Todos poseen un don para arrancar carcajadas a un pueblo. Y no es tarea fácil. Hay que salir al escenario, agarrar el micro y domar la situación ante una multitud de ojos expectantes. Es un arte: uno solo frente al público, sin música de fondo, ni atrezo, ni compañeros en los que descargar la responsabilidad. En soledad bajo los focos y con un vértigo que muerde el estómago. Adivinar una risa al fondo ayuda a pensar que el asunto comienza con buen pie. ¿Meterse al público en el bolsillo? Eso ya es una heroicidad, una gesta al alcance de muy pocos.
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Estos intrépidos del humor lo consiguieron anoche, en el estreno del Concurso de Monólogos de Huétor Vega. Una iniciativa del Taller Municipal de Teatro respaldada por el área de Cultura del Ayuntamiento. El primer premio se lo llevó Antonio Cabello Jiménez, un 'Forrest Gump' de la vega que apareció ataviado con una gorra orejuda. Se sacó el 'pito' y amortizó una escatología de andar por casa con la que logró extraer momentos de una comicidad audaz. El 'risómetro' se disparó al rojo con él.

Viñetas con micro
Si algo quedó en la primera edición de este divertido certamen es que en Huétor sobra desparpajo. Y que la gracia se reparte por igual entre géneros y edades. La joven Eli del Paso Martínez se alzó con el segundo premio después de acompañar con el violín al guitarrista Juanma Girela en un hermoso instrumental de 'La Tarara' de Federico García Lorca. Por arte de birlibirloque, Eli cambió el vestuario y se animó a relatar las peripecias y desventuras de una escapada a PortAventura.
El tercer premio lo conquistó Antoñita Molina Arquelladas. «Vengo de un velatorio», avisó, antes de sacar punta a las vicisitudes que rodean al tanatorio medio. «No hay nada como que te digan que has pasado a mejor vida. Después de vivir entre muebles de Ikea, ahora te llevan en una caja de roble macizo, con un Mercedes en la puerta y chófer. ¡A buenas horas mangas verdes!», exclamó desatando el delirio en el jardín del Carmen de San Rafael.

Al frente del grupo teatral La Toscana se encuentra Paco López, que trata a sus discípulos con el cariño de un padre que adora a una veintena de vástagos. «Contamos con artistas buenísimos en Huétor Vega, pero lo importante es que no venimos a competir, sino a compartir», comentó al inicio.
Marino gambeteó con los nombres de la gente. Juana Mari impartió una clase magistral sobre los «anticipadores de desgracias». Juan analizó trances domésticos. José Miguel buscó el duende. Y Mireia exprimió los chascarrillos de las madres. Genios y figuras.
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