Un año de la dura expedición desde Huétor Vega a Valencia
Casi con lo puesto, varios miembros de Protección Civil del municipio metropolitano emprendieron un viaje al punto crítico: «Lo haremos siempre»
Este 29 de octubre se cumple un año de la dana en Valencia. Una catástrofe histórica que hasta la fecha deja cerca de 230 víctimas mortales, además de unos daños materiales multimillonarios. Un informe de una oenegé británica cifró el impacto de las inundaciones en la provincia en más de 4.000 millones de euros. A 500 kilómetros de distancia, aquel episodio pilló a Huétor Vega en plenos preparativos de una fiesta de Halloween que se acabó cancelando. Los planes de Protección Civil también cambiaron esos días. Del terror festivo pasaron a ser testigos de uno real.
La agrupación de voluntarios de Huétor Vega se puso a trabajar sin descanso. Con una idea fija en la cabeza: querían trasladarse hasta allí y aportar su ayuda. De inmediato, su sede en la calle Real, con la estrecha colaboración del Ayuntamiento, fue el punto de referencia ante el llamamiento para aportar comida, ropa y herramientas para enviar a las zonas afectadas. En dos días se acumularon cuarenta toneladas.
Aquello sucedió muy rápido, durante un fin de semana. Después llegó el lunes. Y por fin pudieron cumplir su deseo de viajar a la provincia de Valencia. Eran seis integrantes de Protección Civil de Huétor Vega. Ricardo Calvo, jefe de la agrupación hueteña y conocido también por su trabajo como policía local en el pueblo, fue militar en el conflicto balcánico de hace tres décadas. «Cuando pasamos el puente y entramos en Paiporta, en la zona cero, dije: Esto es una guerra».
La expedición de voluntarios de Huétor Vega necesitaba luz verde de la Junta de Andalucía, el permiso del Ayuntamiento y el visto bueno desde la propia Valencia. Fueron seis porque materialmente no cabía nadie más en sus vehículos cargados. Salieron a las cinco de la mañana y a las once estaban en el puesto de mando. Media hora después se hallaban sacando fango.
A la vuelta, todavía se les humedecían los ojos relatando la experiencia: «Gente que lo acaba de perder todo, que no tienen nada, nos ofrecían cualquier cosa. Comida, un vaso de agua… Temblaban de agradecimiento cuando les contamos que venimos de un pueblo pegado a la ciudad de Granada».
«Gente que lo acaba de perder todo, que no tienen nada, nos ofrecían cualquier cosa. Comida, un vaso de agua… Temblaban de agradecimiento»
En esas horas frenéticas, en las que primaba más actuar que pensar, Ricardo recibió la llamada de sus hijas. Una, estudiando Enfermería en Murcia; la otra, en segundo de Bachillerato. «Papá, no. No vayas. Te vas a adentrar en todo el peligro». Su respuesta: «Si esto pasa aquí, ¿verdad que os gustaría que vinieran a ayudaros?». Ricardo, Ignacio, Jaime, Álvaro, Jessica… Ninguno se reconoce un superhéroe por lo que hicieron. «Éramos personas que veíamos a otras personas de nuestro país que necesitaban ayuda. Y fuimos a echarles un cable. También hicimos una gran labor logística para ayudar a Ucrania. Nosotros echamos una mano donde haga falta. Y seguiremos haciéndolo», sostienen.
En la pandemia del covid, durante aquellos meses de confinamiento, Protección Civil cobró un protagonismo que nunca había tenido en Huétor Vega. «Te lo digo de corazón: me sentía más realizado en la pandemia que en Valencia. En la pandemia veías lo que iba pasando. Íbamos arreglando cosas. En Valencia llega un momento en el que no sabemos dónde meternos», confiesa Calvo. «Y acabamos los días reventados», apostillan sus compañeros.
La historia de Ignacio
La mayoría tuvieron que pedir permiso en sus trabajos para embarcarse en la misión solidaria en Valencia. Menos uno de ellos, Ignacio, jubilado y paciente oncológico. «Me decían que allí no pinto nada, que estoy enfermo. Yo replicaba que no soy un enfermo y que pinto lo mismo que todos mis compañeros», apunta. Y tanto, porque Ignacio es uno de los miembros más activos de la agrupación. Asiente al señalar que se ofrece a dar cobertura a todos los eventos que le dejan. Y ahora, un año después, Protección Civil ha estado ahí, por ejemplo, con la dana Alice.
En Valencia, Ignacio sufrió una infección en el ombligo debido a la saturación de agua sucia a la que se expuso su traje. «Por allí pasaban médicos por si alguien necesitaba ayuda. Me llevaron al centro de salud y me hicieron una foto que se hizo famosa esos días», rememora.
El rostro de Ignacio se pone serio cuando le advierten el peligro de sumarse a una encomienda de este calibre. «No me importa. Es lo que llevo dentro. Si me llegan a decir que no me llevan, hubiera ido en mi coche particular», refunfuña. «Cualquiera le dice que no», intervienen sus colegas. «Aquí, en Huétor, igual. Si le niegas un servicio, se mosquea. Y nosotros intentamos mirar por él». Ignacio zanja la conversación: «Si yo me he metido aquí es porque me gusta y porque quiero ser útil». «Y sería justo hablar de toda la gente que se quedó aquí echando una mano para organizarlo todo. Todos sumamos», rematan, atentos a lo imprevisto.
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